When You Are Old and I Am Gray

Eric Schlich

The kitchen windowsill is lined with prescription bottles. I count out your pills and set them on the counter. Pour you a glass of orange juice. Put the coffee on. I can hear you in the bathroom, performing your daily beauty chores. Faucet running, dryer blowing, the clatter of makeup in the sink. On the table, there are the tulips from our anniversary. Already, their heads are too heavy for their stems. You once told me they are the loveliest of flowers to watch die. Long ago, a tulip was just a tulip. This is so long ago, it is a time I can barely remember, a time before you. Before your love for this flower spilled over into my life. This is how something simple, something in this world, something that just is, takes on meaning. I know many facts about tulips, but I will not recite them now. I can feel them elbowing each other, grasping for purchase in my head—competition for a metaphor—but really all that matters is you love this flower and I love you. Always I thought I’d keep books for company. While that is still true—they cover our mantel, they clutter our bedroom, they fill the walls, our books—it became, somehow, a lesser truth. And I am happy for it. You are making your way down the hall now, I can hear you. You will make a fuss about taking the pills, as you do every morning. You will shake your head in that way when you drink the juice. And you will sit at the table, where I will be drinking my coffee, eating my banana, reading my book. If there were a signature pose, a moment I’m most myself, it is this one: reading, but not reading, anticipating your entrance into the room, looking up from the page too soon. It is not so much that we have spent our lives in this way—our time together cannot be weighed in the currency of bananas or books or even tulips—but that after all these years, it still brings me pleasure, your comment upon entering the kitchen, on how lovely they look, there, on the table, dying over the lip of the vase: the tulips, their sloping grace.

Cuando Estés Mayor y Yo Tenga Canas

Andres Gutierrez Vasquez

Translator's Note

El alféizar de la ventana de la cocina está lleno de frascos de medicamentos recetados. Cuento tus pastillas y las pongo en la mesa. Te sirvo un vaso de jugo de naranja. Pongo el café. Puedo escucharte en el baño, haciendo tus labores de belleza diaria. La llave del agua abierta, la secadora prendida, el ruido del maquillaje en el lavamanos. Sobre la mesa están los tulipanes de nuestro aniversario. Las corolas ya están demasiado pesadas para sus tallos. Una vez me dijiste que son las flores más hermosas para ver morir. Hace mucho tiempo, un tulipán era solo un tulipán. Esto fue hace tanto tiempo, tiempo que apenas recuerdo, tiempo antes de ti. Antes de que tu amor por esta flor se derramara en mi vida.Esto es como algo sencillo, algo en este mundo, algo que simplemente es, le da sentido. Sé muchos datos sobre los tulipanes, pero no los recitaré ahora. Puedo sentirlos codearse el uno al otro, tratando de aferrarse en mi cabeza–competencia por una metáfora–, pero realmente todo lo que importa es que amas esta flor y yo te amo a ti. Siempre pensé que tendría libros como compañía. mientras eso sigue siendo verdad–cubren nuestra repisa de la chimenea, desordenan nuestro cuarto, llenan las paredes, nuestros libros–se convirtió, de alguna manera, menos de la verdad. Y estoy feliz por ello. Estás caminando por el pasillo ahora, puedo escucharte. Harás un escándalo por tomar las pastillas, como lo haces cada mañana. Sacudirás la cabeza desde la misma manera cuando tomas el jugo.. Y te sentarás en la mesa, donde yo estaré tomando mi café, comiendo mi plátano, leyendo mi libro. Si hubiera una pose emblemática, un momento en el que soy yo mismo, es este: leyendo, pero no leyendo, anticipando tu entrada en la habitación, levantando la vista de la página demasiado pronto. No es tanto que hayamos pasado nuestras vidas de esta manera—nuestro tiempo juntos no puede pesarse en el valor de los plátanos o los libros o incluso los tulipanes—sino que después de todos estos años, todavía me da alegría, tu comentario al entrar a la cocina, en lo hermosos que se ven, allí, sobre la mesa, muriéndose sobre el borde del florero: los tulipanes, su gracia semi caída.

Share This Spanish Translation


Author Bio